Monday, November 19, 2012

¿Eres víctima o escultor de tus emociones?


La palabra emoción proviene del latín emovere que significa producir movimiento. En Psicología se emplea para denominar una “reacción o estado de ánimo caracterizado por una conmoción orgánica consiguiente a impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos”. También puede decirse que “las emociones son el resultado de un proceso subjetivo, como la memoria, la asociación o la introspección”.

Dicen las investigaciones que las tres reacciones emocionales primarias son la ira, el amor y el miedo, que brotan como respuesta inmediata a un estímulo externo y que tienen una clara función adaptativa. El psicólogo conductista estadounidense John Watson puso de manifiesto en una serie de experimentos que los niños pequeños son ya susceptibles de tener estas tres emociones, y que las reacciones emocionales posteriores pueden condicionarse por el aprendizaje en nuestra niñez. Aprendemos a sentir miedo ante una cosa o amor ante otra y generamos patrones condicionados y circuitos neuronales que los favorecen.

Sea cual sea la definición escogida y lo que pensemos sobre el origen de las emociones, queda claro que la mayor parte de las veces, una emoción proviene de una evaluación que se hace de algo que estamos percibiendo o en lo que estamos pensando. Aunque algunas veces no seamos conscientes de qué estamos sintiendo o de cuales son algunos de nuestros pensamientos, ya que en ese momento están funcionando de forma autónoma e involuntaria, esta evaluación está generando relajación, sonrisa, calor, o taquicardia, tensión muscular, respiración entrecortada…

¿Por qué nos hacen sufrir las emociones?
Hace ya algunos años, uno de esos fríos días de invierno en los que la nieve cubrió la Tramontana, mi pareja resbaló con el coche en una placa de hielo muy cerca de Son Marroig. Todo ocurrió en cuestión de segundos, el coche se zarandeaba bruscamente dando bandazos entre el precipicio con vistas a Sa Foradada y el compacto muro de piedra. En un instintivo acto de supervivencia optó por girar el volante hacia el muro para evitar la experiencia del vacío. El impacto la provocó una serie de fracturas leves y muchos moratones de los que se curó en pocos meses. Sin embargo, un año y medio después, ir de copiloto por una carretera con muros le producía una estado de alerta y amenaza completamente desproporcionados, sentía peligro cada vez que un coche se acercaba mucho y se sobresaltaba ante cualquier movimiento imprevisto de carril. No lo podía evitar. Su organismo estaba programado. Fueron necesarias varias sesiones de coaching con PNL para desprogramar esa red neuronal activada en el accidente.
Estos condicionamientos ocurren en mayor o menor grado cada día y no hay que temerlos, son nuestros maestros. Cuando evocamos una escena desagradable, su representación mental ya sea en imágenes, sonidos y sensaciones, nos despierta gran numero de sensaciones corporales involuntarias desencadenadas por el sistema nervioso autónomo. Estas sensaciones, alimentadas por determinados pensamientos, se convierten en emociones que nos pueden tener atrapados durante muchos años de nuestra vida. Terminamos siendo adictos a la química interna que producen nuestras emociones habituales.
Por ejemplo cuando sentimos miedo (a perder a nuestra pareja, a lo que puede suceder en una entrevista, a que le pase algo a nuestro hijo, a una persona determinada, etc.), la mente se puede decir a sí misma una serie de pensamientos (terminará por aburrirse de mí, me va a salir fatal, y si le atracan en ese barrio, no soy capaz de decirle que no, etc.) que refuerzan la emoción y que si resultan habituales nos pueden sumergir en crisis, bloqueos y estancamientos en los que nos sintamos victimas de una emoción que nos desborda.
A principios de los años 70 la P.N.L. (Programación Neurolingüística) verificó de que cada uno de nosotros piensa distinto que los demás. Nuestra forma de pensar y de recordar es única e irrepetible, aunque en nuestros procesos de pensamiento todos utilizamos elementos comunes: imágenes, sonidos y sensaciones corporales. La palabra amor no existe, cada uno la construye mentalmente a través de representaciones con imágenes, sonidos y sensaciones y tu representación es única e irrepetible.
Conociendo el proceso de formación de estas “representaciones” que nos hacemos de la “realidad” y gracias a ese conocimiento podemos aprender a desactivar las emociones que nos están haciendo daño y que nos impiden, por ejemplo, tener relaciones plenas y estar en paz, y además, lo que puede ser considerado casi más importante, podemos aprender a potenciar las emociones positivas que nos posibiliten ampliar horizontes y disfrutar más de la vida. Muchas veces, potenciando lo positivo y desenfocándonos de lo negativo, los obstáculos terminan por diluirse ya que no les alimentamos con nuestra atención, que está puesta en emociones mucho más satisfactorias y entretenidas.

¿Cómo podemos aprender a desactivar las emociones que nos hacen sufrir?
1er paso: El reconocimiento, el saber cuáles son las emociones que nos producen sufrimiento. Aunque esto parezca un absurdo lo ponemos en primer lugar porque muchas veces nuestros mecanismos de defensa nos han hecho disociarnos (separarnos) tanto del sufrimiento, que ya ni nos damos cuenta de que tenemos emociones, con el peligro de que si no las reconocemos, si las ignoramos y reprimimos, tenderán a producir las llamadas enfermedades psicosomáticas, que son en muchos casos llamadas de atención del cuerpo para que reconozcamos una emoción que subyace dentro y que la prisa del día a día no nos permitió sentir. A veces cuesta reconocer serenamente una emoción porque no hacemos ni un silencio al día para cuestionarnos cómo estamos y permitirnos sentirlo sin autocensura.

2º paso: Darse cuenta cómo te “representas” la emoción o, dicho en lenguaje coloquial, cómo piensas cuando estás sintiendo la emoción, como haces para ponerte nervioso o feliz. Todos los pensamientos que tenemos despiertan sensaciones y toda emoción tiene una estructura. Nos representamos determinado tipo de imágenes ante determinado tipo de emociones (imágenes con movimiento, color, distorsionadas, borrosas, brillantes…) determinados sonidos (sonidos que se agudizan, sonidos lejanos, palabras que te dices a ti mismo…) o sensaciones (sensación de que se me cierra la garganta, de mucho calor en la cabeza, de falta de espacio, un olor especial, un sabor…). La publicidad y las películas de miedo se valen de este material para producir emociones rápidamente.

También es importante reconocer si al vivir esa experiencia estás asociado (conectado completamente con la emoción) o disociado (más separado) y si te vales de alguna actitud corporal o intelectual para ello. La gente que se asocia a una emoción de tristeza suele valerse de la postura encorvada para sostener su emoción, por ejemplo. Hay gente que mantiene la disociación en el trabajo a base de una postura intelectual de separación.

Gracias a la metodología de la P.N.L. podemos darnos cuenta como es la conexión pensamientos-emociones-cuerpo en cada experiencia que queramos trabajar. Esto nos permite conscientizar esa relación y darnos cuenta cómo nosotros mismos podemos producirnos un dolor de cabeza, una tensión o una crisis de ansiedad. Es esencial, para que se genere un cambio real, saber por nosotros mismos cómo se produce el sufrimiento, para después, poco a poco, des-identificarnos de él.

3er paso: Aprender a cambiar la estructura pensamiento-emoción que nos hace sufrir, y ahora esto es mucho más fácil porque, gracias a la P.N.L., ya conocemos como funciona nuestra mente. Todos sabemos que nuestra conducta está “programada” por las experiencias anteriores de nuestra vida y desde esa comprobación la P.N.L. ha desarrollado una metodología muy eficaz para “desprogramarnos” de las emociones negativas y aprender a potenciar las emociones positivas que queramos cultivar.

Original búsqueda del Origen

También es fundamental comprender que cada experiencia, por dolorosa que sea, nos está trayendo una información que es importante aprovechar ya que si no lo hacemos estaríamos sufriendo en vano. El dolor es una información de que algo no está funcionando adecuadamente en nuestra unidad psico-somática y si nos limitamos a cubrirlo o a ignorarlo, como solemos hacer con algunas emociones, podríamos estar postergando dilemas o problemas que se presentarán de forma más compleja y enmascarada a largo plazo, cuando ya se hace más difícil resolverlos porque el origen (o causa) está más sepultado por el tiempo.

Para este tipo de temas la P.N.L. ha diseñado una intervención muy original y novedosa que permite remontarse de una forma sencilla por el pasado de nuestra vida hasta encontrar, en la mayoría de los casos, el origen o causa de un problema emocional actual aunque la persona lo tenga sepultado en el inconsciente y, aparentemente, olvidado. Todo este proceso de liberación de emociones está muy estructurado y su eficacia está ampliamente verificada en el mundo de las aplicaciones terapéuticas. Está siendo utilizado desde los años 70 por miles de personas con grandes resultados y permite, por ejemplo, modificar reacciones conductuales como anular una respuesta fóbica (que es un miedo intenso) en 2 ó 3 sesiones de trabajo individual.

Es posible gestionar tus procesos emocionales para evitarte sufrimientos inútiles y aumentar tu capacidad de disfrutar de la Vida. Trabaja mediante la técnica más afín a ti para no ser víctima de tus emociones sino pintor(a) de un cuadro deseado en el que tu elijas los colores.